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Los reyes magos no llegan a la escuela

  • Foto del escritor: Irma Villalpando
    Irma Villalpando
  • 6 ene
  • 5 Min. de lectura

Si se trata de hacer una carta a los reyes magos para recibir un regalo que nos haga felices en las escuelas, no lo dudo ni un segundo y pido que la SEP nos solicite menos trámites llámese carga administrativa, cursos obligatorios o simplemente más burocracia.

 

Con ello, directores, docentes y supervisores tendríamos más tiempo para observar a los niños y niñas; trabajar más con ellos de manera grupal e individual; hacer mejores planes de trabajo; tener tiempo para hablar con sus mamás y papás; y ocupar los espacios de Consejo Técnico para pensar en colectivo cómo hacer que cada día en la escuela nuestros estudiantes tengan una jornada de aprendizajes amenos y participativos, con retos y disfrute.

 

La petición de aligerar la carga documental que exige la SEP tiene por propósito la eficiencia en tiempo y otros recursos para mejorar los procesos educativos de la escuela.

 

La resistencia para continuar en la cultura de hacer documentos oficiales pero estériles tiene por contraparte solicitar (acaso exigir) a la autoridad los insumos de formación docente para elevar los aprendizajes de los estudiantes. Las autoridades escolares y los agentes educativos de cada escuela deberíamos dirigir todos nuestros esfuerzos para alcanzar de mejor manera nuestro objetivo primordial: cultivar en cada niño y niña el deseo de aprender. Esa, en última instancia, es la misión de la escuela y sus docentes.

 

En contraparte, empezamos el año (el 6 de enero, directores; 7 y 8, docentes) con sendos talleres intensivos que la autoridad nos ha impuesto. Perder el tiempo en realizar actividades (algunos les llaman ocurrencias) que diseñan personas ajenas y lejanas al cotidiano escolar es un despropósito. Lo más molesto de todo es que al término de los talleres es necesario elaborar y entregar documentos que den cuenta el trabajo realizado; evidencias documentales que lejos de construir procesos de sistematización y seguimiento, funcionan como instrumentos de control propios a la estructura vertical del sistema educativo mexicano. Es más, es muy probable que la autoridad educativa no tenga tiempo ni le interese leer y procesar informes de más de 200 mil escuelas.

 

Frente al discurso oficial de emancipación y de autonomía profesional de docentes y directivos, en los hechos, sólo observo lo que describía el filósofo francés Michel Foucault cuando analizaba el funcionamiento del poder jerárquico en su faceta de dominación: el control de las actividades de los sujetos. Para ratificar la obediencia, los sistemas de dominación instalan mecanismos de observación continua y entrega documental.

 

Lo más criticable es que la narrativa de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) insiste reiteradamente en la ruptura de un "antes" que imponía actividades sin tomar en cuenta las necesidades y voz de los docentes por una "ahora" que "revaloriza" la función de los profesores y opta por el trabajo de "territorio" cuya característica primordial es el respeto a las necesidades de cada escuela. ¿Cómo pueden afirmar que dan autodeterminación y a su vez indicar -como siempre- qué se debe hacer y qué se debe entregar? No sé si sea cinismo o retórica llevada al absurdo.

 

La contradicción es evidente cuando la SEP envía a las escuelas dos talleres diseñados como manual de instrucciones con sesiones en secuencia, actividades y productos a entregar. En dichos materiales se describen los contenidos programáticos a cubrir en las tres jornadas completas. El primero, a efectuarse el 06 de enero, dedicado a directivos titulado: Reflexiones desde el acompañamiento pedagógico. El segundo, para el 07 y 08 de enero, dirigido a docentes bajo el título de: Narrativas que hacen eco.

 

Los talleres no son opcionales sino obligatorios y quienes estamos en las escuelas sabemos que los mecanismos de control se establecerán a nivel supervisión escolar, a veces con amenazas, a veces con extrañamientos, a veces con presión informal. La supervisión escolar es la mejor forma de no revalorizar al docente.

 

El 18 de diciembre de 2024 el titular de la Autoridad Educativa Federal de la CDMX (AEFCM) Luciano Concheiro emitió un oficio donde explica la necesidad de “ajustar” los talleres firmados por el Secretario Mario Delgado. En ese sentido “instruye” (de dar instrucción) a seguir, para el desarrollo de dichos talleres intensivos, un nuevo documento denominado: “Taller intensivo para personal docente y directivo. La autonomía profesional para la transformación de las escuelas de la Ciudad de México.” La pregunta es: ¿a quién debemos obedecer las escuelas de la Ciudad de México, al secretario Delgado o al titular Concheiro? En realidad no importa demasiado.

 

El documento para la CDMX es de 5 cuartillas y un par de fragmentos del Marco Curricular de la NEM donde, otra vez, se argumenta a favor de la autonomía de las escuelas para decidir su gestión escolar. Sigo sin entender cómo hablan de autonomía escolar si "instruye" lo que debemos discutir, reflexionar, escribir. La autodeterminación del colectivo docente es una falacia, un medio retórico para engañar a las escuelas y los docentes.

 

Para ambos casos tendremos que entregar documentos o evidencias que acrediten que se realizaron las actividades propuestas. Para las escuelas de la Ciudad de México, la autoridad solicita elaborar un documento que "sistematice la experiencia" y hacerlo acompañar de otro formato que “el colectivo determine ya sea video, pódcast, etc.”

 

Entonces debemos hacer dos entregas: una a nivel documento y otra en formato digital, este último llama la atención. ¿Para quién o para qué es el video o el pódcast?, ¿quién lo verá?, ¿se publicará?, ¿calculan el tiempo de elaboración de estos productos? Consideran acaso el proceso que conlleva la coordinación para elaborar el guion, grabar, editar. Aun más allá de la inversión de tiempo -que siempre es poco-, la mayor crítica es por su utilidad. En este sentido, afirman que estos productos serán "insumos" relevantes para próximas sesiones ¿cuáles?, ¿de qué contenido? No lo sabemos, ellos nuevamente lo decidirán.

 

Como respuesta a la cultura de la SEP de pedir documentos o evidencias inútiles para las escuelas, en no pocas ocasiones, los agentes educativos responden con una conducta documentada por la investigación educativa: la simulación. Como bien lo diría Octavio Paz, el mexicano simula y se llena de máscaras.

 

En no pocas ocasiones, los Consejos Técnicos de jornada completa se desahogan en una o dos horas; se toma foto que avale que se llevó a cabo, se levanta minuta y se designa a un responsable (a menudo se rotan) para hacer el documento a entregar. Todo el colectivo está de acuerdo y se avala la simulación.

 

Cuando se elaboran documentos que evidencien una práctica no realizada, la vida escolar se debilita por varias razones: a) por el tiempo empleado en el documento de simulación b) porque la mayor parte de las veces ambas partes saben del engaño (complicidad tácita) y c) por el carácter antiético de la conducta, reprobable para cualquier instancia pero imperdonable para un centro educativo.

 

Desafortunadamente, los reyes magos no llegaron hoy a ninguna escuela del país. Quizá el próximo año, o el próximo sexenio. Por lo pronto, continuaremos inmersos en una cultura escolar donde las autoridades controlan porque desconfían y las escuelas simulan porque no tienen de otra.

 
 
 

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